This should redirect to the frontend url, but the redirection has been paused for now. Reducir el desperdicio alimentario en casa
Adoptar una alimentación sana y equilibrada permite aportar todos los nutrientes necesarios para el correcto funcionamiento de nuestro cuerpo. Pero ante todo, el arte de la mesa permite darse el gusto y a su vez, descubrir nuevas culturas. No obstante, ese momento de descubrimiento y de intercambio da lugar a un fenómeno no tan bueno: el desperdicio alimentario.
Nos referimos al desperdicio alimentario cuando tiramos comida que aún es comestible.
Ese desperdicio puede surgir en cada una de las fases de la vida de un producto alimenticio, desde la producción hasta su distribución, su almacenamiento o su consumo. También cabe indicar que todos los productos no se tiran en la misma proporción. Las verduras y las frutas son los más afectados por el desperdicio.
Cada uno de nosotros genera de media unos 20 kg de residuos alimenticios al año, de los cuales 7 kg son de productos que ni siquiera han salido de su embalaje. Y a menudo, esto sucede a pesar de nuestra buena voluntad de convertirnos en mejores eco-ciudadanos.
Por ello, hoy en día, el desafío consiste en comprometerse a mejorar nuestro consumo para nosotros mismos y para el medio ambiente. Nuestro papel como consumidores se complementa al de los demás actores y sigue siendo primordial en la lucha contra el desperdicio alimentario.
Si cambiamos algunos de nuestros hábitos, a nivel individual, podemos reducir nuestra contribución al desperdicio alimentario. ¿Qué buenas prácticas debemos implementar? A continuación le proporcionamos algunas pistas.
Cada noche la misma pregunta: ¿qué cenamos? Tras comprobar los armarios y el frigorífico, la duda se instala y acabamos encargando comida a domicilio. Esta operación se repite varias veces a la semana y nos lleva a tirar una cantidad ingente de alimentos.
Para paliar ese desperdicio, existe una solución: fijarse un calendario con los menús de la semana.
Este método tiene varias ventajas. En primer lugar, conseguimos ganar un tiempo nada despreciable a la hora de hacer la compra. Se acabaron las idas y venidas por los pasillos del supermercado. En segundo lugar, solo compramos lo que necesitamos. Ya no hay gastos ni almacenamientos superfluos.
Y en tercer lugar, ya no hace falta pararse a pensar todos los días en lo que vamos a comer o a cenar…
Y además, este método permite mantener un equilibrio de las comidas a lo largo del día / de la semana y así evitar comer lo mismo dos días seguidos.
Si conservamos los alimentos de forma correcta, tiraremos menos y por lo tanto, desperdiciaremos menos.
El objetivo de la conservación de un alimento consiste en poder consumirlo varios días, varios meses o incluso varios años después de su recogida, de su sacrificio o de su fabricación. Conservados correctamente, el trigo y las judías rojas se pueden consumir hasta 30 años después de haber sido envasados. Aunque la calidad nutricional y el sabor vayan disminuyendo con el tiempo, este proceso permite garantizar durante el mayor tiempo posible la comestibilidad y las propiedades gustativas y nutritivas de un alimento. Además, evitamos el desarrollo de las bacterias, de los hongos y de los microorganismos que contiene.
Y entonces, llegó Señor Don Frigorífico para dar un gran salto hacia la conservación de los alimentos mediante el frío. Pero seguimos hablando de plazos cortos y esto conlleva un alto coste en términos energéticos.
Pero también existen métodos basados en distintas técnicas: la conservación mediante el calor o mediante el frío, así como la modificación de la atmósfera, la eliminación del agua o incluso la acidificación.
1) La asepsia es un proceso de conservación mediante esterilización a altas temperaturas en recipientes cerrados herméticamente (tarros de cristal o botes metálicos). Este método de conservación de alimentos consiste en envasarlos en recipientes estancos al aire y calentarlos a altas temperaturas (generalmente entre 110 y 120°C) para destruir los microorganismos y evitar cualquier contaminación bacteriológica posterior. Su mayor ventaja es que permite conservar los alimentos durante mucho tiempo.
2) La deshidratación y la lactofermentación de los alimentos son técnicas ancestrales con las que algunos alimentos se pueden conservar de manera casi indefinida (cumpliendo una serie de condiciones).
La mayor ventaja de la deshidratación es que conserva las enzimas, los nutrientes y las vitaminas de los alimentos que contienen agua. Por lo tanto, podemos deshidratar fruta, verdura, hierbas aromáticas, carnes y pescados. Una vez al vacío, algunos alimentos, como por ejemplo las setas deshidratadas, pueden conservarse durante varios meses a temperatura ambiente ; otros alimentos, como las carnes y los pescados, se pueden conservar en el frigorífico durante casi un año. Para deshidratar correctamente los alimentos, la mejor manera consiste en contar con un horno deshidratador.
Por su parte, la lactofermentación es un buen método para conservar las hortalizas si no queremos congelarlas ni meterlas en conserva. El principio: se introducen las verduras troceadas o enteras en un tarro con algo de sal, se cubren con agua, se cierra herméticamente el tarro y… a esperar hasta que los fermentos lácticos naturalmente presentes en las verduras hagan su trabajo.
Al multiplicarse y al acidificar el entorno, evitan el desarrollo de otros gérmenes. En este caso, el tiempo de conservación también es elevado (varios meses, e incluso más de un año).
3) La conservación en sal, en azúcar o en aceite tiene como objetivo hacer que el entorno impida el desarrollo de bacterias, mohos u otros gérmenes reduciendo la actividad del agua. De este modo, los alimentos ganan en valor añadido, e incluso en sabor, y las preparaciones pueden adaptarse a infinitas recetas (por ejemplo, bacalao a la sal, limones confitados en aceite, etc.).
4) Finalmente, para un embalaje sin desperdicios ideal para desplazamientos o excursiones, prueba a fabricar tu propio envoltorio con cera de abejas.
El reciclaje de las sobras es un excelente método para evitar el desperdicio alimentario. Si te preocupa el medio ambiente, tu economía y tu paladar, aprende el arte de dar una segunda vida a las sobras de la semana.
Antes de transformar tus sobras, debes aprender a conservarlas correctamente. Todo apunta a que los botes herméticos son la mejor opción para envasar la comida que sobra. Si no tienes ninguno, las bolsas de congelación o el papel film también pueden servir. Sobre todo, debes recordar guardar las sobras en la nevera cuanto antes para optimizar el tiempo de conservación. Deja que se enfríen bien y no las dejes nunca más de 2 horas a temperatura ambiente.
Y como bien sabrás, cocinar sobras es todo un arte, una mezcla de creatividad y maña. Deberás contar con los ingredientes imprescindibles para el reciclaje culinario: huevos, masa para tartas y para pizza, nata, queso, caldo, salsa de tomate, pan rallado… y podrás preparar quiches, gratenes, soufflés, pizzas, sopas y tortillas con las que resucitará tu fondo de nevera.